martes, 6 de octubre de 2009

INMEDIATEZ



Al hablar de recepción como primer carácter de la experiencia hemos de referirnos a la inmediatez como carácter consecuente. La recepción lleva implícita la idea de un “contacto” sujeto-objeto y unas circunstancias en la que sucede tal experiencia. Esta inmediatez adquiere un carácter problemático debido a la necesidad de admitir que se trata más bien de una mediación. Para entenderlo es preciso distinguir entre conocimiento directo y conocimiento inmediato. Según lo primero, estaríamos hablando de un conocimiento en el que se capta el objeto o los datos (cito literalmente) “sin interposición de otro conocimiento que actúe de intermedio entre la intención cognoscitiva del sujeto y el conocimiento formal del objeto o los datos”. Es decir, entre la actividad del sujeto que conoce y el resultado de ese conocimiento. Por ejemplo, en los procesos inferenciales o discursivos (argumentativos o lógicos) o en complejas operaciones de abstracción. Sin embargo, por conocimiento inmediato hay que entender la eliminación de la interposición de cualquier otro conocimiento y procesos psicológicos como factores que intervienen en el conocimiento. Esto es lo que hay que considerar como ideal irrealizable. El encuentro “desnudo” con los datos u objeto.

La pregunta que hemos de hacernos es ¿qué podemos entender por “dato”, por lo dado? Está claro que el dato por si mismo no da lugar a experiencia alguna, aunque es imposible referirnos a la experiencia sin la presencia de un dato o complejo de datos. Un eclipse no significa lo mismo para un astrónomo que para un indígena de una tribu sudamericana, por ejemplo. Vamos entreviendo que no es posible hablar de “datos puros”.
Pero antes de continuar con esta idea, definamos que hay que considerar para que algo sea considerado dato de una experiencia:

1.Antecedente del proceso del conocimiento. Debe ser el punto de arranque. El primer momento. Primariedad temporal.
2.Primariedad gnoseológica. En el orden de los factores que se integran en el proceso. Si no hay dato, no hay conocimiento.
3.Irreductibilidad al dinamismo del sujeto (carácter absolutamente trascendente del dato), a los que el sujeto debe someterse, y se hallan situados en el nivel senso-perceptual.


Es ahora cuando podemos desarrollar la idea de la imposibilidad de la pureza o desnudez del dato. El dato o complejo de datos es siempre un “algo para…”, es decir, esta en función de un sujeto en relación al que adquiere significación. Es por esto que debemos hablar de una inmediatez mediada.
Hablar de experiencia es hablar de datos o complejos de datos (inmediatez) que adquieren un significado en función del sistema conceptual del sujeto experienciante (mediación).

En este sentido, podemos referirnos a tres vehículos interpretativos fundamentales en el sujeto: pensamiento, corporalidad y lenguaje.


Respecto al pensamiento, señalar el carácter del dato como dato de y dato para el sujeto. Como ya hemos señalado, el plus de significado procede enteramente del sujeto y no del objeto. (Ver texto de Ortega, Meditaciones del Quijote, Revista de Occidente, pág. 63).

Respecto al cuerpo, hay que referirse a la estrecha vinculación entre experiencia y sentidos (base senso-perceptual). La única experiencia humana que excluye los sentidos es la llamada experiencia mística (las diferentes valoraciones acerca de la experiencia mística en la filosofía contemporánea resultan también de un interés notable. Reflexiones como las de Bergson, Wittgenstein, E. Stein, Marcel) La consideración de la dimensión corporal del ser humano a lo largo de la historia de la filosofía ha tenido dos polos extremos que no hacen justicia al papel mediador y significativo de la experiencia. En la filosofía moderna el dualismo cartesiano, la plena identificación del pensamiento con el alma deja en un segundo plano la dimensión corporal. En el polo opuesto podemos encontrar la actitud positivista (naturalista) en la que el cuerpo queda reducido a mera realidad físico-biológica. En la filosofía contemporánea, sobre todo en el campo de la fenomenología, encontramos una consideración del cuerpo como “nudo de significaciones”. En este sentido, fenomenólogos como Merleau-Ponty hablan de “cuerpo concienciado” (ver capítulo VII, Sujeto y cuerpo). Ortega habla del cuerpo en términos de “carne” en tanto que “fenómeno expresivo”. De cualquier modo, ya en filósofos modernos como Kant, se afirma como condición de toda la experiencia las coordenadas del espacio y el tiempo, es decir, las coordenadas de la corporalidad (algo que ya veremos en el próximo tema).

Respecto al lenguaje (ver capítulo IX, Lenguaje y conocimiento), su importancia mediadora es debida a los siguientes factores: Estructuración significativa y objetiva de la experiencia. Intersubjetivación comunicativa. La estrecha relación percepción-concepto. La filosofía del lenguaje como corriente filosófica contemporánea ha puesto el acento en la importancia del lenguaje como objeto primordial de reflexión. A modo de muestra la conocida sentencia del filósofo vienés, Ludwig Wittgenstein en su Tractatus, “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” (op. Cit. Alianza, p. 63). Veamos pues dos textos a modo de ejemplo de estas dos mediaciones que hemos mencionado más arriba: la corporalidad y el lenguaje. (ver páginas 121 sobre Habermas y páginas 94 y 95 sobre Merleau-Pounty)

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